29/10/08

Así quiero a la UC


Estoy cansado. Cansado de que cada vez que hago una crítica a la forma en que se conduce esta Universidad me manden a la Chile. Cansado de que me digan que la verdad es una sola y la conocen unos pocos. Cansado de que la gente vote porque tiene miedo (miedo al otro, miedo a las diferencias, a la discusión, a las movilizaciones, a que alguien milite en el PS...). Por eso voto por el NAU.

Pero también tengo confianza. Confío en que los estudiantes de esta Universidad somos capaces de trabajar por algo más grande que una píldora y de comprometernos en algo que vaya más allá de asados y fiestas. Confìo en que si empoderamos a los miembros de esta comunidad universitaria vamos a ganar todos. Confío en que si generamos espacios de discusión democrática, somos capaces de llegar a consensos que valen mil veces más que la defensa de valores desde una postura excluyente y soberbia. Por todo eso, no sólo voto por el NAU sino que también lo apoyo.

Muchos se preocupan de que el NAU gane. "El socialismo va a intervenir la Universidad", decía tras la primera vuelta nuestra nueva Consejera Superior (varios pudimos escucharla por la RadioUC). Qué terrible que la preocupación sea esa. Qué terrible que transformemos la pertenencia de un candidato a un partido político, en una especie de estrategia de instrumentalización. Me parece una falta de respeto. Una falta de respeto a muchos de nosotros, los que apoyamos al NAU, que no somos socialistas, sino que somos personas convencidas de que la Universidad necesita un cambio profundo en la manera de hacer las cosas.

En todo caso, si pelear por una UC más abierta, con verdadera vocación pública, que sea democrática y esté comprometida con nuestra sociedad equivale a que "el socialismo se tome la Universidad", entonces qué bien nos vendría un poco de socialismo.

Si abrir los espacios de discusión sin creernos dueños de la verdad absoluta, si estar dispuestos a escuchar la opinión de todos, a proponer más que imponer y valorar las diferencias es relativismo, entonces aplaudo el relativismo y ojalá que siga avanzando.

Apoyo a NAU porque no tengo miedo, porque estoy convencido de que la Universidad necesita este cambio y de que no estoy solo en esta pelea, porque en definitiva tengo esperanza en lo que esta Universidad puede llegar a ser si es realmente consecuente con su misión.

Apoyo a NAU ahora más que nunca, incluso si alguno me quiere convencer de que ser católico y apoyar este proyecto es contradictorio. Porque estoy cansado de que existan personas y grupos que se sienten con la autoridad para hablar en nombre de la Iglesia, de tomar como bandera de lucha una defensa corporativa que la Iglesia no necesita. Porque la Iglesia nunca ha sufrido tanto como cuando se ha visto identificada con grupos políticos (como el Partido Conservador en su momento). Porque la Iglesia confía en nuestra libertad, porque somos una comunidad de hombres y mujeres libres y no hay nada más sagrado e inviolable que nuestra conciencia.

En fin, espero nunca más encontrarme con gente que cree que la lista 1A es la lista "católica" o es el mal menor. Lo que menos necesita la Iglesia es verse asociada a grupos que pretenden decirle a la gente (en este caso, a nosotros los estudiantes) qué debe pensar y cómo debe actuar.

No me gustaría que mis compañeros católicos voten por miedo, como si la Iglesia estuviera sometida a ataques y a conspiraciones de parte del mundo moderno. No quiero más miedo a discutir y a persuadir a los demás (y también dejarnos persuadir) acerca de lo que creemos. Si como católicos tenemos miedo a que se discutan nuestras creencias y principios acerca de la dignidad humana, la inviolabilidad de la vida, la necesidad de estructuras sociales justas; ¿no será que no estamos tan convencidos de la fuerza y de la verdad detrás de estas ideas? ¿no será que simplemente las asumimos por inercia y no nos damos cuenta de que el ser Iglesia pasa por algo más profundo que oponerse a los anticonceptivos de emergencia y a las leyes de divorcio?

28/3/08

Democracia y cristianismo

Tal vez el tema que me he propuesto para este post sea inabarcable. Se ha escrito - y dicho - mucho respecto a este tema, y estoy muy pero muy lejos de poder dar una visión suficientemente profunda y seria de él. Pero qué más da, hay cosas que no se pueden dejar pasar; menos estudiando en nuestra Facultad y, por lo tanto, teniendo que convivir a diario con distintas formas de concebir las vinculaciones entre política y religión, muchas de las cuales están absolutamente reñidas con el Estado democrático de Derecho.

Lo anterior nos pone en la necesidad de preguntarnos: ¿son compatibles la religión católica y el sistema democrático? ¿Tendrán razón quienes sostienen que para el catolicismo la democracia es, en el mejor de los casos, un mal menor? ¿Es compatible la noción de verdad revelada con la deliberación democrática? En fin, podría seguir eternamente con preguntas de este tipo que creo, por lo demás, son falsas oposiciones. En mi opinión, el cristianismo no sólo es compatible con el sistema democrático, sino que tiene - igual que todas las religiones existentes en determinada sociedad - un lugar específico en el mismo, desde el cual bien puede - a través de sus fieles que participan en la discusión pública - influir y colaborar en el proceso de deliberación política.

Para contestar esto, me baso en dos usos de la razón práctica señalados por Habermas1. Se trata de los usos ético y moral; el primero, es el uso que busca el logro de una vida buena, la cual estará influida por convicciones subjetivas, apoyadas en la cultura o en una tradición determinada. El segundo, el uso moral, es aquel que se refiere al fundamento y aplicación de los deberes y derechos de los miembros de la comunidad. Vale decir, el nivel moral es el propio del entendimiento social sobre las normas que rigen nuestras relaciones recíprocas como miembros de la sociedad.

El mensaje cristiano se sitúa, así, en el primer nivel de uso de la razón práctica: el ético. Efectivamente, la tradición y el Magisterio de la Iglesia bien pueden ser una guía de comportamiento para los ciudadanos e incluso para parte relevante de ellos, como sucede en nuestro país.

Aún más, las ideas - varias originalmente cristianas - de que todos los hombres son igualmente dignos, de la necesidad de estructuras socialmente justas y del amor al prójimo, pueden ser un importante aporte a la consolidación de una verdadera democracia, donde exista el diálogo cooperativo y el ideal de la ciudadanía realmente se cumpla.

En el nivel moral, sin embargo, ninguna persona - ni tampoco la Iglesia - puede pretender que su visión acerca de la vida buena se haga valer coactivamente por sustentarse en una verdad revelada (que se considera absoluta). Lo que puede hacer, es - desde su tradición y su cosmovisión - aportar con argumentos y participar en la deliberación democrática, como cualquier otra persona. Es más, en la medida en que los fieles cristianos sean consecuentes con el contenido y las prescripciones de su fe, podrán influir y hacerse parte activa del proceso democrático, logrando incluso que sus convicciones sean convincentes para los demás y se reflejen en el proyecto político democrático. Pero mal podrían, como pretenden algunos, sostener que sus propias concepciones del bien deben hacerse valer coactivamente por poseer un nivel de veracidad o legitimidad superiores al sistema político concreto, saltándose la deliberación democrática en términos seculares.

En fin, la Iglesia Católica bien puede hacerse parte del debate público. También pueden hacerlo el judaísmo, el Islam, las Iglesias protestantes, etc. Pero no pueden pretender someter sus argumentos acerca de la vida en común, a criterios de corrección distintos de los que rigen para los demás ciudadanos. Atrás quedó la época en que verdad, bien y justicia eran conceptos trascendentales dados por la autoridad eclesiástica. Atrás quedó la época en que Iglesia y Estado estaban unidos. Gracias a Dios.

1 Señalados por SCHERZ, Tomás, en "La voz ética de la Iglesia en democracia", Revista Mensaje, Septiembre 2007. En lo sucesivo, sin embargo, me aparto de lo señalado por este autor.